domingo, 4 de octubre de 2009

Las dos caras de la pobreza



Nuestro pueblo Latinoamericano tiene una vasta experiencia en cuanto a esclavitud y dominación y poca experiencia de libertad en estos últimos 517 años.
La pobreza en esta región que comprende mi Misión como Evangelizador representa un tipo de esclavitud y sometimiento producido por el gran Demonio capitalista.
Si leemos detenidamente estas imágenes que capté en dos barrios pobres de la capital de Catamarca, podremos apreciar como conviven las dos caras de la pobreza. El hombre se apropia por la fuerza y contra la ley de un terreno ajeno y levanta un asentamiento.



Si bien de hecho la Biblia nos enseña que cuando Dios entregó la tierra y sus bienes a los hombres se los entregó para que fueran patrimonio de todos los individuos sin excepción (Gen. 1, 28ss.) Y es que esos bienes son necesarios para que cada ser humano llegue a su realización y liberación. También es cierto que la Biblia no nos enseña como repartir equitativamente los bienes entre los hombres, pero sí, motiva a renunciar al egoísmo y pensar con amor hacia el prójimo y también recalca de diferentes maneras que no puede darse la apropiación de los bienes terrenos por algunos privilegiados que impidan el derecho que sobre ellos tienen los demás hombres.
Estos usurpadores según la ley del hombre o copropietarios legítimos según la Ley de Dios, viven en casas precarias, las ventanas carecen de vidrios y son sustituidos por cartones; no tienen agua ni luz legal. Estos servicios los toman directamente de la línea sin autorización, perjudicando a los Barrios aledaños que sufren los efectos secundarios: baja de presión de agua y de tensión eléctrica.



Si analizamos rápidamente viven en condiciones indignas y promiscuas, pero sobre esas precarias viviendas no faltan las antenas de Televisión privada, los aires acondicionados y en sus posesiones el equipo de audio de última generación, y freezer. No hay desnutrición, y sus calzados son Nike y usufructúan el mejor teléfono móvil de plaza Se conducen en motos cuyas cuotas se pagan con los planes sociales y algunos tienen auto. Viven como grandes consumistas siendo doblemente pobres.
Sufren una tergiversación de las prioridades que nutren la dignidad humana.



Y para mal de males, el Ministro Romano de Dios, los visitaba cuando construían la capilla, todos los días y pedía colaboración de horas hombre, una vez finalizado el mojón que marca el territorio de la presencia de la Colonia, desapareció con la llave y eso que promocionaba la construcción como una obra comunitaria y como Casa de Dios, casa del pueblo, y además toda la construcción y servicios fue financiada por el Estado (Ateos, Agnósticos, Musulmanes, Judíos, Evangélicos, trabajadores pobres etc, ) cuando tiene tiempo el funcionario Romano aparece y ventila las instalaciones, por ahí cuando cruza en su hermoso auto, saluda simpáticamente.
También es claro que al Gobierno de turno le resulta más económico pagar los planes de emergencia que generar fuente de trabajo genuina.
Todos esos fondos siempre vuelven a las arcas de los grandes especuladores capitalistas. Todo lo que el Estado invierte en el pobre va a parar al bolsillo del gran usurero, que a su vez alienta al gobierno de turno y lo estimula con algún cheque oscuro para seguir nutriendo al Pobre con la Plata de todos.



No quedan dudas que el gran cliente y consumidor del capitalista es el pobre, cuanto mayor cantidad de pobres sumisos, mayor cantidad de clientes y consumidores.
A los capitalistas no les interesa colaborar en la promoción de las personas, sino adiestrar consumidores, enseñar a consumir más y engordar la mente del consumidor.
El trabajo de promoción de la persona no es un trabajo de asistencialismo, para eso están todas la estructuras del Estado manejadas por el gobierno clientelista, aquellos partidos políticos que usan la metodología de la dádiva por votos, las Iglesias subsidiadas por el Estado y tantas ONG truchas que engordan patrones y adelgazan cada día más a nuestro Estado.
Promover a la persona es lograr que reaccione y comprenda que este círculo vicioso será la tumba de sus descendientes.
Tampoco es un trabajo de prestación de servicios de sacramentos, o de alquiler de misioneros guitarreros, bullangueros y bufones que entretienen a los jóvenes con sus canciones piadosas, mientras consumen alcohol, fuman y duran en el tiempo.



Para promover a la persona primero hay que escucharla atentamente, luego leer todo su contexto y en el, descubrir la acción del Espíritu Santo, y desde ese Espíritu apuntalarlos para que les invada esa fuerza nueva que les hará producir lo que jamás se imaginaron y nunca se sintieron capaces de alcanzar, como volverse dinámicos y luchadores y asumir como actores de su propia historia y de la construcción de su destino y no permitir que les sigan vendiendo espejos y hambre para mañana. Unirse al Espíritu de Dios es lograr la trascendencia, por lo tanto la auténtica Libertad. Es la experiencia de la conversión, es el adviento de una vida nueva, es la muerte del hombre viejo, pobre y entregado y la resurrección del hombre nuevo, rico y dinámico.
Para atender al pobre de espíritu hay que tener tiempo, ese tiempo de Dios, que no tiene horas ni conoce confort, para atender a este tipo de pobre hay que ser como Cristo que siendo rico se hizo pobre y rompió el círculo.


Nuestro Movimiento abracista pretende enseñarle a ese “pobre interior” que la acción, la fe, el amor propio, la unión comunitaria, construyen la fuerza que asegurará la trascendencia de sus hijos y todas estas manifestaciones vienen de Dios y enriquecen su Reino. Nosotros también intentamos ablandar el corazón del rico usurero, y no perdemos la esperanza porque nos sentimos impregnados del Espíritu Santo (Dios está con nosotros) y para él no hay imposibles. El mismo procedimiento aplicamos para despertar al rico “bueno e inocente” que nació en ese otro círculo vicioso del oro y el moro y no es conciente que es tan esclavo del ser oscuro y sus tentáculos humanos que pululan todos los barrios, aunque huelan a chancho a bufones o reyes.
No existe mayor pobreza que la falta de Dios en el templo interior y esta la sufren personas de todas las clases sociales. Y de alguna manera todos somos pobres.
Por lo tanto promover al pobre es abrazarlo en Cristo, sentirnos uno y juntos construir el Reino de Dios.

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